lunes, 14 de agosto de 2023

 MOTEL

Jorge Ragal

 

En la pieza celestial un ángel

acaricia con dulzura el rostro de una huérfana.

En la pieza terrenal un centauro

besa con locura los senos de su novia.

En la pieza oceánica una sirena

ama con pasión a un poeta surrealista.

En la pieza infernal un demonio

bebe con frenesí la sangre de su amante.

 LOS DESIGNIOS DEL AZAR

Alex Álvarez López

                              

Con gran satisfacción recibió Henry Giraud, en la oficina que ocupaba en el área informativa de la Radio y Televisión Francesa, la noticia que durante semanas había esperado con ansias periodísticas: esa mañana se recepcionó la conformidad dada por la Cancillería Chilena y, finalmente, podría viajar a Chile y materializar su anhelado proyecto de entrevistar al conductor de ese novedoso proyecto socio político en curso.

La repercusión internacional que esta experiencia había generado y se había mantenido en plena vigencia, constituía un verdadero acicate profesional para este reconocido periodista, responsable de innumerables entrevistas a estadistas y personalidades mundiales y del seguimiento de las recurrentes crisis en el devenir de los países.

La oportunidad que ahora se concretaría era considerada por él de máxima importancia, dado el renovado interés que despertaba a nivel mundial el conocimiento de las circunstancias que rodearon la abortada asonada militar del pasado mes de junio, y sus consecuencias inmediatas.

De manera acelerada se sucedieron los días posteriores, marcados por la rápida organización del viaje y del soporte técnico requerido, además de los trámites necesarios para su ingreso al país, la coordinación con su embajada en Santiago y la concreción de la necesaria reserva hotelera para su estadía.

El viaje hasta Chile no pudo ser peor. El clima reinante en su transcurso y una larga escala por problemas técnicos de la aeronave, pusieron en juego la paciencia del equipo, como un anticipo de lo que les esperaba desde el momento del arribo en adelante, no pudiendo contar en esa instancia con la asistencia comprometida por el consulado francés.

La huelga parcial del personal del aeropuerto y los numerosos desvíos que debió sufrir el vehículo que los trasladó hasta el céntrico hotel, tratando de evitar puntos en que se desarrollaban violentas protestas, terminaron por agotar la resistencia de todos los integrantes del grupo, cumplidas ya veinticuatro horas del nocturno inicio de esa verdadera aventura informativa.

Instalados en un conocido hotel justo enfrente de la Moneda, los días inmediatos a su llegada transcurrieron en espera del llamado para concurrir al Palacio, siendo utilizados por Giraud para interiorizarse de manera directa del acontecer nacional, a través de la prensa escrita, de entrevistas con distintos personeros de todos los sectores, y de la consulta a ciudadanos comunes que circulaban por las calles aledañas al hotel.

Tan importante ejercicio le permitió adquirir la convicción de que la sociedad chilena atravesaba por una profunda crisis institucional y que el gobierno se veía cada vez más impotente ante la fuerte oposición de los sectores de derecha, no obstante el importante apoyo popular que mantenía.

Su intuición periodística lo llevó a comprender la necesidad urgente de acelerar por todos los medios posibles la ansiada entrevista, valiéndose para ello del fluido contacto que mantenía el consulado con importantes personeros de gobierno.

Tales maniobras tuvieron pronto resultado, al serle notificado por medio de la oficina de prensa de la presidencia que sería recibido en palacio al día siguiente, dedicándose de lleno a afinar el cuestionario previamente preparado y complementarlo en base a los antecedentes reunidos en los días previos.

El día señalado para la entrevista amaneció radiante y transparente, como suelen ser los primaverales días de septiembre.

Pocos minutos le bastaron a Giraud y su equipo para percatarse con estupor, a través del amplio ventanal de su habitación del último piso y con inmejorable vista hacia la Moneda, de la trascendencia de lo que estaba ocurriendo.

En efecto, tropas militares se desplazaban copando todo el perímetro de la plaza y del palacio, ante lo cual intentó de manera insistente en comunicarse con el teléfono de contacto establecido, pudiendo comprobar con profunda desazón la imposibilidad absoluta de lograrlo.

En una acción desesperada intentó dirigirse junto a su equipo hasta el palacio, viéndose obligados a desistir y correr precipitadamente a refugiarse en sus habitaciones, debido al intenso ataque iniciado por las tropas y tanques en contra de quienes defendían la Moneda,

Fue así que pudieron filmar, en medio del peligro ocasionado por los disparos de que también era objeto el hotel, toda la secuencia del golpe de estado, con el bombardeo e incendio del palacio y el apresamiento de quienes lo defendían, dejando un testimonio gráfico único de trascendencia mundial. 

De esta manera y, no obstante, la manifiesta y dolorosa frustración experimentada por la no concreción de su objetivo original, Henry Giraud se convertiría junto a su equipo, esa dramática mañana de septiembre y por obra del azar, en un exclusivo y privilegiado testigo presencial que daría cuenta al mundo del sometimiento de un pueblo, la inmolación de un personaje reconocido por el mundo entero, y el surgimiento de uno de los dictadores más siniestros y repudiados de los últimos tiempos. 

 HOTEL

Jorge Ragal

 

En el primer piso hay un bar donde se reúnen

los poetas surrealistas a beber absenta.

En el segundo piso vive una vieja actriz

con cinco perros de fina raza.

En el tercer piso vive un sicario

que ha logrado despistar a la policía.

En el cuarto piso vive una familia de migrantes

 que debieron huir de su patria.

En el quinto piso vive una famosa pintora

con un amante latino.

En el sexto piso vive un singular matrimonio

entre un árabe y una judía.

En el séptimo piso vive un veterano de guerra

que se hizo adicto a la heroína.

En el octavo piso vive una anarquista española

con su novia de juventud.

En el noveno piso vive un coronel

que se comenta trafica con armas de fuego.

En el décimo piso vive una viuda

que practica la magia negra.

Y en el último piso vive un monje ciego

que admira con pasión las estrellas.

 ÉXTASIS EN LA MAR

Hernán Retamal

 

Llegaste volando a tocar mi vida con la candidez

de una mariposa en el jardín de mis sueños sublevados.

Nadamos en un arrecife de flores encantadas,

Desnudos y enlazados a la deriva en la mar.

 

Desde alba al atardecer saciamos nuestros deseos,

Tendidos en la hierba, contemplamos las estrellas,

Arropados por un océano de pétalos de rosas,

Desnudos y amantes en el lecho de la mar.

 

El jardín de nuestros sueños se fue ensombreciendo,

También se extinguió nuestra vehemencia profunda,

Las flores de nuestro vergel se desprendieron de sus corolas,

Aún desnudos nos aferramos a perdurar en la mar.

 

Nuestros encuentros persistieron aún en el jardín bañado de otoño,

Nos fuimos desprendiendo de nuestro hechizo,

Todo componente de la naturaleza perdió su encanto,

Nosotros desnudos y desamparados en la mar.

 

El invierno ganó la partida por embargo,

Su vicaria, la tierra gris lo devoró todo,

Apagó el fuego con un simple soplido de viento sur,

Fríos por la desnudez nos aferramos en la mar.

 

Llegaron como un tiro de gracia los copos cándidos,

Escarchando todo nuestro mundo,

Y todo se nos derrumbó hacia el fondo de un acantilado atroz,

Y las olas borraron los últimos vestigios nuestros en la mar.

 

 EL GRAN HOTEL DE OTRO TIEMPO

JOAN RUIZ

 

EL GRAN HOTEL EN RUINAS SE ALZA EN LA COLINA,

A SUS PIES SE EXTIENDE LA BAHIA INMENSA,

CARDUMENES DE PLATA BRILLAN AL ATARDECER

BONGOS DE PESCADORES SE MECEN ENTRE LAS OLAS.

 

DESDE SUS VENTANAS DESVENCIJADAS SE REFLEJA  

LA MONTAÑA SAGRADA Y EL RIO MAGICO

Y UN NIÑO QUE CORRETEA,

ENTRE PALMERAS AZOTADAS POR EL VIENTO.

 

RISAS Y CANTICOS DE FANTASMAS

SUSURRAN ENTRE SUS PAREDES,

Y FIGURAS ETERNAMENTE JOVENES

TODAVIA BAILAN APASIONADOS

A LA LUZ DE LA LUNA

AUNQUE ESTEN MUERTOS.

 

ATRAPADO ENTRE ESTOS MUROS

ESTOY BAILANDO CON SOMBRAS,

QUE CONVERSAN CONMIGO

MIENTRAS RECUPERO MI ALMA

PERDIDA ENTRE LAS RUINAS

DE ESTE GRAN HOTEL ABANDONADO

EN LA COLINA.

jueves, 10 de agosto de 2023

 El libro sagrado

Hernán Retamal 

Buenaventura iniciaba su actividad diaria con un buen desayuno que él mismo preparaba.    Su vida solitaria ya cumplía decenios como también su castidad.  Como hijo único, fue educado férreamente por su madre de acuerdo con las normas del catolicismo.  Fe en la que ella se consideraba una beata, por ello le inculcó a su hijo desde pequeño, que las mujeres libertinas eran seres perversos, que no escatimaban recursos para someter a los hombres con su lujuria.        Este odio Visceral nació y se fomentó, por el abandono que su madre sufrió, cuando su marido se fue de la casa con una mujer veinte años menor. Cuando esto ocurrió, el niño tenía solo seis años.        

Desde el primer momento en que quedaron solos, la vida se les hizo muy difícil. Comenzaron las penurias económicas, el alimento escaseaba hasta en lo más mínimo. Comenzó una época de un continuo peregrinaje, toda esta situación de penurias acrecentó más el odio hacia las mujeres por parte de su madre.

Un día la desesperación de ella la llevó a solicitar ayuda en la parroquia de su sector. El sacerdote que la atendió se conmovió por la situación que estaban viviendo.  Desde ese momento mejoró un poco más la calidad de vida de madre e hijo.    

Todos los jueves acudían a la parroquia, su madre se entrevistaba a solas con el pastor, un par de horas, Buenaventura aprovechaba ese tiempo para explorar la iglesia.  Los corredores del segundo piso desde donde se veía completa la nave principal era uno de sus sitios preferidos. También le gustaba correr por los pasillos embaldosados y relucientes a gran velocidad, el tiempo pasaba rápido para él.     Cuando terminaba la entrevista semanal con el sacerdote, su madre salía con una caja de mercaderías y con algún dinero.  Esta ayuda les permitía poder subsistir de mejor forma.    Esta situación se mantuvo por largo tiempo.

Un día su madre le informo que tendrían que mudarse a otra ciudad, debido a que le habían confidenciado que se produciría un cambio de sacerdote en la parroquia, esto los dejaría sin la ayuda que recibían, la cual les había permitido sobrevivir sin tantas penurias.  Buenaventura pregunto a su madre que ocurriría con el colegio y sus amigos, a lo que la madre respondió categóricamente   

 - ¡Tendrás que olvidarlos!

Cuando Buenaventura cumplió diez años, lo celebraron en una pequeña casa que le habían prestado en el pueblo a donde se habían cambiado un mes antes.      La casa tenía un patio no muy grande.   Su madre generaba recursos lavando ropa ajena.     Era común ver tendidas en el cordel, sotanas, manteos, mucetas y otras indumentarias eclesiásticas.

Los domingos nunca faltaban a la misa de doce, y muchas veces también asistían a las misas en la semana, casi siempre la de las veinte horas.      El cura amigo de su madre al cual habían trasladado a ese nuevo pueblo, los visitaba en su nueva casa bien seguido, casi siempre con algún pretexto.  A Buenaventura le simpatizaba, ya que siempre que los aparecía le traía golosinas y de vez en cuando algún juguete.  

A medida que pasaba el tiempo, el niño se fue poniendo cada vez más introvertido.     Fue por este motivo que un día su madre debió concurrir a la escuela a entrevistarse con la profesora.    Aquel día la maestra le informo que su hijo era inteligente, pero que a ella le preocupaba lo solitario que era.   Le contó que en los recreos no salía a jugar con los otros niños, prefería quedarse en la sala.       Por este motivo, la profesora hacia salir a todos del aula y luego cerraba con llave puerta.  Producto de ello, el niño en vez de compartir con sus compañeros prefería ir a la biblioteca.    La madre trato de explicarle que esto se debía seguramente al trauma que él había sufrido por el abandono de su padre.   La entrevista en aquella oportunidad, termino entre las dos mujeres sin llegar a una conclusión definitiva.   La madre se comprometió   a monitorear el comportamiento del niño permanentemente.

Al final del año, Buenaventura se convirtió en el mejor alumno del curso.   Esto sorprendió positivamente a su maestra, que, en la última reunión del año, resalto el esfuerzo y la necesidad de aprendizaje que había demostrado su mejor alumno en el año que terminaba.   La madre se sintió alagada y feliz.    El niño no demostró ninguna alegría y solo se dedicó a dibujar mientras la profesora resaltaba sus grandes cualidades.

El tiempo transcurrió sin ningún cambio para ellos.    Los domingos nunca faltaban a la misa de doce, y en la semana asistían a las misas de veinte horas, exceptuando los martes, que sagradamente eran para realizar la visita de su madre al cura.     En estas ocasiones, con sus trece años, le llamaba más la atención la biblioteca de la basílica.   Su mamá consiguió que le permitieran al niño hurgar entre los cientos de libros que allí había.    Así pasaron cuatro largos años, en donde Buenaventura adquirió conocimientos inalcanzables para otros niños de su edad en aquella ciudad.

Con dieciséis años y cursando el tercero medio, su rendimiento era sorprendente.   Se había convertido en el mateo del curso, pero a la vez, no tenía mucha popularidad entre sus compañeros y compañeras de curso.   Nunca participaba en nada que no fuera temas de aprendizaje. Las fiestas estudiantiles no le agradaban y menos los paseos en grupos de fin de semana.  Todo esto le fue acarreando algunos enemigos, que más por envidia lo denostaban.    

En una ocasión, al llegar al colegio y abrir su lockers, Buenaventura se encontró con una nota que decía que su madre era la puta del cura.     Ese día él no fue a biblioteca, en el recreo se sentó en la banca más alejada del colegio.   Se dedicó a observar a sus compañeros uno por uno, cada mirada de alguno de ellos hacia él, lo hacía inmediatamente sospechoso de ser quién le había escrito la nota.   Aquel día algo en él cambio súbitamente, el niño paso de la adolescencia a la adultez de un salto.

El martes de la semana siguiente, como de costumbre, realizaron la visita a la parroquia. El cura le paso las llaves de la biblioteca y luego se fue con su madre a la oficina.    Parado al lado de la puerta de la biblioteca con las llaves en la mano, pero con la mente en otra parte, Buenaventura se mantuvo inmóvil durante varios minutos, al final abrió la puerta y se sumergió en su pasión de siempre, la lectura.    

Veinte años después Buenaventura recordaría sentado en la hemeroteca de la biblioteca nacional, aquella última visita que él y su madre hicieron a la basílica del sagrado corazón.   Dos días más tarde su madre había fallecido de un ataque al corazón.     

Él volvió a la capital. Traía consigo las pocas pertenecías que su madre había logrado adquirir en su sacrificada vida.  También una carta de recomendación del benefactor cura párroco.  Con esta, logró conseguir un trabajo en la biblioteca del episcopado.   En este lugar aprendió el oficio de preservación de textos, de su clasificación, y mantención. Sus clientes por lo general eran sacerdotes y seminaristas.   En algunas ocasiones eran estudiantes de teología de la Universidad Católica.     

Un día se presentó en el mesón de atención, una joven, quién solicito un libro que él conocía a la perfección.   Una vez que se lo trajo, ella se fue a ubicar a la mesa más alejada de la biblioteca. Allí paso varias horas.  En la ficha de la joven, aparecía su nombre, Martina Aparicio, estudiante universitaria. Buenaventura la observó durante todo el tiempo disimuladamente. Ella nunca levantó la vista para mirar hacia el lugar en que se encontraba él. Cuando la biblioteca estaba por cerrar, la joven se paró y fue a devolver el libro, dio las gracias y se marchó.

Las visitas se fueron repitiendo todos los miércoles.

Solicitaba el libro y luego se iba a instalar a la mesa más apartada, sumergiéndose de inmediato en la lectura y relectura del texto.

Esto se prolongó por varios meses. La única comunicación entre ellos era un saludo, el nombre del libro y un gesto de agradecimiento, lo mismo al llegar como al irse. 

Un día al llegar la joven, Buenaventura le recito a la perfección una parte de la obra, con puntos y comas incluidos. La joven lo quedó observando impresionada. Luego le agradeció con una sonrisa.

Desde aquel día, comenzó entre ellos una amistad nunca vista, cimentada por el conocimiento que dan los libros.  Al principio ambos competían recitando de memoria pasajes enteros de la obra. Posteriormente emprendían un debate filosófico de larga duración.     Estas tertulias comenzaron a atraer a más personas. Al cabo de un tiempo, la noticia trascendió a otras bibliotecas.  Los martes había que conseguir una ubicación anticipadamente para poder participar en los debates.    

Buenaventura le solicito a Martina que viniera además de los miércoles, otro día de la semana, para estar a solas.  De inmediato ella le respondió que era imposible lo que él le pedía, que quizás el tiempo le haría saber el motivo.  

Miércoles a miércoles, se siguió con la misma dinámica, leer un capítulo del libro y luego de acuerdo con un sorteo, se dirimía quién comenzaba a exponer su posición.  Posteriormente se abría a todos los que quisieran participar.

La vida solitaria de Buenaventura siguió sin ningún cambio aparente, solo qué para él, la espera de los miércoles era el único sentido que tenía su vida en aquel momento.   

Una sensación de vació le causaba insomnio y falta de apetito. Esto se fue haciendo crónico.  El pánico se colgaba a su espalda cada vez que pensaba que ella pudiera no venir más y no saber nunca más de ella.    Su madre nunca le dijo nada sobre estas sensaciones que estaba padeciendo.    Lo que, si supo enseñarle, fue el odio parido hacia las mujeres que robaban maridos.

Un miércoles sucedió lo que el temía.   Martina no llego a la cita. El siguiente tampoco.  Así paso el tiempo y ella desapareció por completo.   Trato de ubicarla en la universidad, pero los datos que le entregaron lo sumieron más en la angustia.  Ella solo estudió parte del primer semestre y luego no volvió nunca más a la universidad. Sin más información de cómo encontrarla, su vida se fue marchitando, hasta el punto de enfermar.   Como no tenía amigos, del trabajo dieron la voz de alerta al segundo día en que no fue a trabajar.    Por ello mandaron a un funcionario a su casa para saber que pasaba.  Fue en ese momento que se dieron cuenta que había que internarlo de urgencia.  Y así lo hicieron.

Pasó tres meses en un hospital.   Su soledad se mantuvo mientras estuvo hospitalizado. Sin parientes ni amigos que lo fueran a ver, los días se le hacían interminables.  Solo las visitas de sus compañeros de trabajo de vez en cuando y que luego se fueron distanciando a medida que el tiempo pasaba.   El único servicio que el agradeció hasta las lágrimas, fue que uno de ellos, arriesgando su puesto de trabajo, le llevo el libro que para él era un tesoro.    Lo conocía de memoria, pero el hecho de tocarlo por las noches era como dormir tomado de las manos de Martina.

El día que fue dado de alta, no vino nadie a buscarlo.   Como pudo, logró tomar un taxi hasta la casa. Era viernes. El lunes siguiente, volvió a trabajar. En su bolso llevaba el libro, el cual devolvió a la estantería a donde pertenecía s pesar de lo que le significaba.  Esos valores se los inculcó su madre desde muy pequeño.

Pasaron los años.   Años que para él fueron difíciles y solo pudo apaciguar en parte sus sentimientos, escribiendo un libro. Lo basó en interpretaciones filosóficas de aquel que para él era sagrado.

Años después finalmente su obra vería la luz. El lanzamiento sería en la Biblioteca Nacional, un sábado de mayo. Esta fecha coincidía con su retiro y la última jornada de su larga trayectoria como bibliotecario.

El viernes, último día de trabajo, se afeitó mientras observaba su escaso pelo totalmente cano.   Su residencia no era más que una habitación con baño y una pequeña cocina.    En un estante la foto de su madre y varios libros.  Debajo de la cama una maleta muy ajada, que fue propiedad de su progenitora, y en un ropero toda la ropa que poseía.       

Trabajó normalmente a pesar de ser su último día laboral.      Por la tarde, unos minutos antes de la hora de salida, sus compañeros de trabajo se fueron despidiendo de él, uno a uno, con la promesa que lo acompañarían al otro día, en el lanzamiento de su libro.  Al final, él fue el último en marcharse, no sin antes sentarse unos segundos en la mesa en donde compartió tantos momentos felices con Martina.

El sábado, amaneció con un sol espléndido.    En la Biblioteca estaba todo preparado para el lanzamiento de su libro. Cuando se aproximaba la hora, los organizadores comenzaron a intranquilizarse, ya que no llegaba Buenaventura. Pasaron las horas, y al final nunca llegó. El lanzamiento se tuvo que realizar sin él, dando miles de explicaciones a los asistentes.

El domingo un funcionario enviado por la Biblioteca, se presentó en su domicilio para saber qué había pasado.   Como nadie abrió la puerta debió recurrir al conserje del edificio.    Una vez que explicó la situación, le facilitaron un juego de llaves.  Cuando el comisionado, acompañado por el portero, abrió la puerta, encontró a Buenaventura recostado en la cama. Abrazaba su libro sagrado. En el rostro se había repujado una expresión de felicidad que nunca se le había visto y una plácida sonrisa lo iluminaba.   

 

ESPIRITISMO

 

Jorge Ragal

 

Me he comunicado con un legendario cacique

que anuncia su triunfal regreso,

con mi vecina que acusa al marido de haberla envenenado,

con mi profesor de filosofía que aun cree en el demonio.

Me he comunicado con un valiente guerrillero

que fue enterrado en una fosa común,

con mi abuela que se casó a los trece años,

con mi hijo que murió bailando en una quinta de recreo.

Me he comunicado con el gran poeta Rubio

que sigue escribiendo como un condenado,

con un sicario que no reniega de sus crímenes,

con mi primera novia que jura sigue enamorada.